El teletrabajo en la era post-covid-19

Susana de la Casa Quesada.
Profesora Titular de Universidad de Derecho del Trabajo y de la Seguridad Social.
Universidad de Jaén


En la transición de la mayoría de los países hacia la nueva normalidad, una vez superado el parón económico simultáneo, toca ahora prepararse para retomar la actividad laboral en una nueva era post-COVID-19. Según el informe mensual de monitoreo de la OIT, la crisis del COVID-19 está afectando de alguna manera a unos 3.300 millones de trabajadores en todo el mundo


1.El teletrabajo antes de la pandemia Covid-19

Antes de la pandemia por Covid-19, el teletrabajo estaba experimentando un avance importante siendo el número de trabajadores que realizaba sus tareas desde su domicilio de 1.500.000 en el cuarto trimestre de 2019, lo que supone un 7,9 % del total. Ahora bien, el confinamiento provocado por la pandemia y resultante de la declaración del estado de alarma, junto con la implantación del teletrabajo como sistema obligatorio en aquellos puestos de trabajo en los que fuera posible, ha provocado un boom de esta forma de trabajo en las últimas semanas.

Curiosamente, el COVID-19 ha conseguido algo que hasta ahora no había conseguido ni la normativa, ni la propia tecnología, que es digitalizar un gran número de empresas y de administraciones. El problema está en que se ha producido de una manera precipitada, sin ningún tipo de orden ni de una metodología previa, si bien, sorprendentemente, ha funcionado razonablemente bien, incluso podemos decir que sus beneficios han ido más allá del modelo de negocio y del funcionamiento de la administración pública produciendo una reducción de costes de establecimiento y derivándose aportaciones de mejora medioambiental por el ahorro de desplazamientos y de emisiones de CO2.

Las mecánicas de trabajo presencial y con jornadas de ocho horas, cinco días a la semana, imponen dinámicas de vida y rutinas que implican vivir en áreas metropolitanas, o cerca de las mismas, y recorrer distancias muy amplias cada día en diferentes medios de transporte, con la consecuente incidencia sobre el medioambiente de estos patrones de conducta en miles de millones de personas en todo el mundo. ¿Es entonces el teletrabajo un compromiso con la sostenibilidad por parte de las empresas? Según datos de Global Workplace Analytics (GWA), como consecuencia de los atascos, la economía estadounidense pierde un total de 78.000 millones de dólares (71.550 millones de euros aproximadamente). Además, los embotellamientos de tráfico producen 26 millones de toneladas adicionales de gases de efecto invernadero en Estados Unidos. Según la empresa Sun Microsystems, que sus empleados participasen en un programa de trabajo flexible evitó la producción de dos toneladas métricas de emisiones de gases de efecto invernadero por teletrabajador en un año.


2.El teletrabajo en la era post-COVID-19

Estando en plena “desescalada” y en el camino hacia la “nueva normalidad” es momento ahora de plantearse algunas cuestiones como cuál va a ser el papel del teletrabajo en el funcionamiento normal de las empresas y las administraciones públicas. No debemos olvidar que el BOE hacía referencia al “trabajo a distancia” o “teletrabajo” como una “medida excepcional” frente a la cesación temporal o reducción de la actividad, con el objetivo de garantizar la posterior reanudación. ¿Es entonces el teletrabajo algo provisional, o ha venido para quedarse? ¿toca ahora convertir lo excepcional en lo común?

Según datos de GWA, los trabajadores ya demandaban mayor flexibilidad para trabajar desde casa antes de la crisis,. Este experimento forzoso del coronavirus puede servir para que los directivos pierdan el miedo a la normalidad virtual y comprueben empíricamente la relación del teletrabajo con la eficiencia y la productividad. En paralelo, en aquellos trabajos compatibles, trasladar la actividad a la esfera virtual será también una cuestión reveladora en materia económica: ¿cuánto ahorra una empresa en la que los trabajadores están en casa en vez de en la oficina?  Según el estudio llevado a cabo por GWA, el ahorro promedio en inmuebles con teletrabajo a tiempo completo es de 10.000 dólares (9.172,88 euros) al año por empleado.

Y es que, la transformación experimentada en los últimos tiempos en el mundo de trabajo como consecuencia de la pandemia mundial ha provocado un cambio en la sociedad que no ha hecho sino empezar, siendo el teletrabajo el inicio de una profunda  reconfiguración de los modelos de trabajo. No estamos hablando de que la prestación de servicios presenciales, tanto públicos como privados, vaya a desaparecer pues seguirán existiendo ámbitos y entornos laborales en los que se requiera dicha presencialidad. Tampoco el teletrabajo tiene por qué ser a tiempo completo. La cuestión fundamental es la eficiencia, y esa eficiencia puede ser mayor gracias al teletrabajo que permite facilitar la conciliación y la responsabilidad familiar y personal; contribuye a la sostenibilidad y a avanzar en un entorno digital. Ahora bien, no olvidemos que teletrabajar es trabajar y con carácter general, incluso más que en condiciones de presencialidad, sin costes de desplazamiento, sin interrupciones.

El obligado funcionamiento electrónico del conjunto de administraciones y de la mayoría de las empresas se ha convertido en el escenario ideal para el auge de los sistemas de teletrabajo, del trabajo en remoto, de fórmulas flexibles y productivas. Nada lo impide, la tecnología estaba preparada desde hace tiempo, lo que dificultaba este tipo de avances eran las personas, las resistencias al cambio basadas en los modelos tradicionales de trabajo, en una cultura que primaba la presencialidad frente a los resultados.

El incremento de esta forma de trabajar provocada por la pandemia ha hecho que las empresas descubran algunos beneficios de la misma, más allá de tratarse de la flexibilidad laboral, como son la disminución de costes de infraestructuras y suministros de las empresas; una medida de fomento del trabajo en equipo y de mejora de la calidad en la atención al cliente; y como no, el papel fundamental de la tecnología que forma parte del cambio del mundo en la era post-covid, en un mundo global hiperconectado, Según el I Barómetro COVID-19 la situación ha influido decisivamente en las prioridades de las compañías y supondrá un verdadero acelerador de la transformación digital. Para el 66% esta pandemia ha contribuido a que en los próximos meses se adopten metodologías de innovación y desarrollo ágil, y un 78% opina que se acelerará la adopción de una cultura digital y de teletrabajo.

En este futuro lleno de interrogantes que está dejando la crisis del coronavirus, hay algo que cada vez está más claro: el teletrabajo funciona. Y, tal y como indica una encuesta de la firma Colliers International, la pandemia podría ser un catalizador para que este modelo de trabajo deje de ser la excepción para convertirse en la nueva norma.


3.“Gig economy”: una nueva tendencia

Para poder implantar el teletrabajo la influencia de las nuevas tecnologías será determinante en la era post Covid-19. El estudio de Randstad, prevé que la tecnología modificará el 30% de los empleos tras el confinamiento.

Uno de los impactos de esta creciente digitalización será la aparición y diversificación de nuevos regímenes de trabajo, más allá de los empleos fijos a tiempo completo. Además, según el mismo informe, una tendencia que proliferará será la economía ‘gig’, basada en pequeñas tareas que se pueden llevar a cabo a través de plataformas digitales. “La automatización va a ver crecer su protagonismo por la importancia de evitar aglomeraciones, lo cual, lejos de amenazar al empleo, va a generar nuevas oportunidades”, explica Valentín Bote, director de Randstad Research. “Para los profesionales interesados en aprovecharlas, es recomendable seguir de cerca la evolución del mercado laboral y apostar por la formación continua”.


4.Nuevos perfiles disruptivos

Otra de las tendencias que vaticina el estudio de Randstad es la aparición de nuevos puestos de trabajo de perfiles disruptivos: por un lado, los trabajos “fronterizos”, que implican producir, instalar, mantener y desplegar tecnologías nuevas, como aquellos relacionados con la integración de robots en los procesos productivos. Por otra parte, los llamados trabajos “de última milla”, cuyas tareas están prácticamente automatizadas, pero aún necesitan la intervención de un profesional, como los etiquetadores de contenido; y el trabajo “para los ricos”, es decir, los empleos que nacen por el incremento de ingresos entre los perfiles tecnológicos y que, aunque son profesiones que ya existían, surgen constantemente nuevas ocupaciones derivadas de necesidades de la sociedad.

Sin embargo, para que todos estos avances se produzcan, es necesario un cambio en la cultura empresarial. Y es que, a pesar de la importancia de la tecnología, más del 25% de las grandes empresas seguirán teniendo dificultades para encontrar determinados perfiles tecnológicos. En ese sentido, el cambio pasa por una formación en la que los trabajadores cuenten con conocimientos y habilidades técnicas suficientes como para poder realizar sus tareas de la manera más autónoma posible, siendo capaces de gestionar el tiempo, de comunicar de forma efectiva, de ser creativos a la hora de resolver cualquier incidencia y, sobre todo, tener orientación a resultados en un trabajo con mayor libertad y sin tanto control jerárquico.